jueves, 4 de septiembre de 2014
IV. III La desmesura, la mesura y la consideración de lo bárbaro
«Titánico» y «bárbaro» parecíale al griego apolíneo también el efecto
producido por lo dionisíaco: sin poder disimularse,
sin embargo, que a la vez él mismo estaba emparentado también íntimamente
con aquellos titanes y héroes abatidos. Incluso tenía que sentir algo más:
su existencia entera, con toda su belleza y moderación, descansaba sobre
un velado substrato de sufrimiento y de conocimiento, substrato que volvía
a serle puesto al descubierto por lo dionisíaco. ¡Y he aquí que Apolo no
podía vivir sin Dioniso! ¡Lo «titánico» y lo «bárbaro» eran, en última
instancia, una necesidad exactamente igual que lo apolíneo! Y ahora
imaginémonos cómo en ese mundo construido sobre la apariencia y la
moderación y artificialmente refrenado irrumpió el extático sonido de la
fiesta dionísiaca, con melodías mágicas cada vez más seductoras, cómo en
esas melodías la desmesura entera de la naturaleza se
daba a conocer en placer, dolor y conocimiento, hasta llegar al grito
estridente: ¡imaginémonos qué podía significar, comparado con este
demónico canto popular, el salmodiante artista de Apolo, con el sonido
espectral del arpa! Las musas de las artes de la «apariencia» palidecieron
ante un arte que en su embriaguez decía la verdad, la sabiduría de Sileno
gritó ¡Ay! ¡Ay! a los joviales olímpicos. El individuo, con todos sus
límites y medidas, se sumergió aquí en el olvido de sí, propio de los
estados dionisíacos, y olvidó los preceptos apolíneos. La desmesura
se desveló como verdad, la contradicción, la delicia nacida de los
dolores hablaron acerca de sí desde el corazón de la naturaleza. Y de este
modo, en todos los lugares donde penetró lo dionisíaco quedó abolido y
aniquilado lo apolíneo. Pero es igualmente cierto que allí donde el primer
asalto fue contenido, el porte y la majestad del dios délfico se
manifestaron más rígidos y amenazadores que nunca. Yo no soy capaz de
explicarme, en efecto, el Estado dórico y el
arte dórico más que como un continuo campo de batalla de lo apolíneo: sólo
oponiéndose de manera incesante a la esencia titánico-bárbara de lo
dionisíaco pudieron durar largo tiempo un arte tan obstinado y bronco,
circundado de baluartes, una educación tan belicosa y ruda, un sistema
político tan cruel y desconsiderado.
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