jueves, 4 de septiembre de 2014
III. I. El surigimiento de los seres olímpicos
Para
comprender esto tenemos que desmontar piedra a piedra, por así decirlo,
aquel primoroso edificio de la cultura apolínea, hasta ver
los fundamentos sobre los que se asienta. Aquí descubrimos en primer lugar
las magníficas figuras de los dioses olímpicos, que se
yerguen en los frontones de ese edificio y cuyas hazañas, representadas en
relieves de extraordinaria luminosidad, decoran sus frisos. El que entre
ellos está también Apolo como una divinidad particular junto a otras y sin
la pretensión de ocupar el primer puesto es algo que no debe inducirnos a
error. Todo ese mundo olímpico ha nacido del mismo instinto que tenía su
figura sensible en Apolo, y en este sentido nos es lícito considerar a
Apolo como padre del mismo. ¿Cuál fue la enorme necesidad de que surgió un
grupo tan resplandeciente de seres olímpicos?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario