http://pioneros.puj.edu.co/lecturas/interesados/ORIGEN%20FILOSOFIA.pdf
Para la clase del Jueves 18 se septiembre es necesario haber leído El primer Capítulo: La Locura es la Fuente de la Sabiduría.
Para La clase del Martes 23 de Septiembre haber leído el segundo capítulo: La Dama del Laberinto
Para la Clase del Jueves 25 de septiembre haber leído el tercer capítulo: EL Dios de la Adivinación
Para el Martes 30 de Septiembre Haber leido el cuarto capítulo: El Desafío del enigma.
El jueves 2 de octubre se hace una segunda evaluación a partir la lectura de estos cuatro capítulos. con un ensayo quer debe comenzar a escribirse a partir de esta semana.
martes, 16 de septiembre de 2014
jueves, 4 de septiembre de 2014
Clase del 4 de septimebre planteamientos segundo equipo
Osmer: La apariencia y los sueños, el momento de contemplar la realidad como apariencia, esta se leee también como apariencia, se configura una relación con la realidad empírica.uart
Primer Idea: El sueño como apariencia de la apariencia.
Segunda idea: El artista ingeneuo como alguien mesurado
Tercer idea: La fusión entre lo apolíeno y lo dionisiaco en la tragedia ática
Cuarta idea: vivimos en una constante apariencia.
Quinta idea: Una diferencia entre el artista ingenuo y el artista que trasciende y se aleja de la apariencia.
Sexta idea: el principio de individuación en el artista
Sétima idea: Divinización del principio de individuación, el individuo inmerso en la contmeplación
Octava Idea: la visión onñirica produce un placer profundo e íntimo.
Primer Idea: El sueño como apariencia de la apariencia.
Segunda idea: El artista ingeneuo como alguien mesurado
Tercer idea: La fusión entre lo apolíeno y lo dionisiaco en la tragedia ática
Cuarta idea: vivimos en una constante apariencia.
Quinta idea: Una diferencia entre el artista ingenuo y el artista que trasciende y se aleja de la apariencia.
Sexta idea: el principio de individuación en el artista
Sétima idea: Divinización del principio de individuación, el individuo inmerso en la contmeplación
Octava Idea: la visión onñirica produce un placer profundo e íntimo.
Sobre la clase del 4 de Septiembre planteamientos primer equipo
Cintya 3 Lo trágico y porque se crea en el arte griego. Lo trágico surge de la desconfianza en los dioses y en el mundo mismo, es por lo tanto una desconfienza de los poderes titánicos de la naturaleza, Esto se enlaza a la forma como se caracterizan los héroes griegos que siempre enfrentan su miedo a la muerte
Estefanía 3 La escultura griega refleja el mundo de los dioses y el mundo onírico. Es necesario desglosar las causas por las cuales los griegos configuraron una cultura de dioses, en donde la belleza fue un elmento importante. En este sentido Nietzsche lee a Apolo como el padre de la cultura. pues el identifica la belleza griega.
Yamith 3 El mundo cristiano como lee o entiende la cultura griega.
Sirley 3 Los griegos necesitaron a los dioses para poder vivir. Como una sublimación del sufrimiento, pues en ella se caracterizó su imagen de lo humano por ello caracterizaron la vida y la muerte, en el sufrimiento también encontraron su nexo con la sabiduría.
Camila 3 Schiller, lo ingenuo, dentro del arte se hacen supremas las cosas y se les permite dar una imagen de perfección a las cosas inventadas esto los relaciona con la ingenuidad. pues en ella se aparece oculto el mundo de lo imperfecto.
Kelly 3 Ampliar un aspecto de la ingenuidad, pues ella es una victoria sobre la ilusión de lo apolíneo, La relación con la muerte y la condición de lo trágico. La relación con el concepto de naturaleza en lo griegos.
Juan Fer 3 A través del arte se diviniza al hombre como una apareincia, el hombre se crea una apariencia para poder seguir vivos, Exhatltarse para poder reconocer el lugar de lo bello sin que ello sea desde una sola condición sino en una multiplicidad de acciones. Esto con el fín de liberarse.
Rebuén D 3 El sufrimiento inventado en la sociedad, sublimar el sufrimiento. Exhaltando las características humanas.
Cristina: La voluntad, lugar en donde se crea la tragedia, donde se origina la belleza, es el lugar de la confrontación con sigo mismos.
Estefanía 3 La escultura griega refleja el mundo de los dioses y el mundo onírico. Es necesario desglosar las causas por las cuales los griegos configuraron una cultura de dioses, en donde la belleza fue un elmento importante. En este sentido Nietzsche lee a Apolo como el padre de la cultura. pues el identifica la belleza griega.
Yamith 3 El mundo cristiano como lee o entiende la cultura griega.
Sirley 3 Los griegos necesitaron a los dioses para poder vivir. Como una sublimación del sufrimiento, pues en ella se caracterizó su imagen de lo humano por ello caracterizaron la vida y la muerte, en el sufrimiento también encontraron su nexo con la sabiduría.
Camila 3 Schiller, lo ingenuo, dentro del arte se hacen supremas las cosas y se les permite dar una imagen de perfección a las cosas inventadas esto los relaciona con la ingenuidad. pues en ella se aparece oculto el mundo de lo imperfecto.
Kelly 3 Ampliar un aspecto de la ingenuidad, pues ella es una victoria sobre la ilusión de lo apolíneo, La relación con la muerte y la condición de lo trágico. La relación con el concepto de naturaleza en lo griegos.
Juan Fer 3 A través del arte se diviniza al hombre como una apareincia, el hombre se crea una apariencia para poder seguir vivos, Exhatltarse para poder reconocer el lugar de lo bello sin que ello sea desde una sola condición sino en una multiplicidad de acciones. Esto con el fín de liberarse.
Rebuén D 3 El sufrimiento inventado en la sociedad, sublimar el sufrimiento. Exhaltando las características humanas.
Cristina: La voluntad, lugar en donde se crea la tragedia, donde se origina la belleza, es el lugar de la confrontación con sigo mismos.
IV. IV La relación entre el mundo mítico y la idea de arte
Hasta aquí he venido desarrollando ampliamente la observación hecha por mí
al comienzo de este tratado: cómo lo dionisíaco y lo apolíneo, dando a luz
sucesivas criaturas siempre nuevas, e intensificándose mutuamente,
dominaron el ser helénico: cómo de la edad de «acero», con sus
titanomaquias y su ruda filosofía popular, surgió, bajo la soberanía del
instinto apolíneo de belleza, el mundo homérico, cómo esa magnificencia
«ingenua» volvió a ser engullida por la invasora corriente de lo
dionisíaco, y cómo frente a este nuevo poder lo apolíneo se eleva a la
rígida majestad del arte dórico y de la contemplación dórica del mundo. Si
de esta manera la historia helénica más antigua queda escindida, a causa
de la lucha entre aquellos dos principios hostiles, en cuatro grandes
estadios artísticos: ahora nos vemos empujados a seguir preguntando cuál
es el plan último de ese devenir y de esa agitación, en el caso de que no
debamos considerar tal vez el último período alcanzado, el período del
arte dórico, como la cumbre y el propósito de aquellos instintos
artísticos: y aquí se ofrece a nuestras miradas la sublime y alabadísima
obra de arte de la tragedia ática y del ditirambo
dramático como meta común de ambos instintos, cuyo misterioso enlace
matrimonial se ha enaltecido, tras prolongada lucha anterior, en tal hijo
- que es a la vez Antígona y Casandra -.
IV. III La desmesura, la mesura y la consideración de lo bárbaro
«Titánico» y «bárbaro» parecíale al griego apolíneo también el efecto
producido por lo dionisíaco: sin poder disimularse,
sin embargo, que a la vez él mismo estaba emparentado también íntimamente
con aquellos titanes y héroes abatidos. Incluso tenía que sentir algo más:
su existencia entera, con toda su belleza y moderación, descansaba sobre
un velado substrato de sufrimiento y de conocimiento, substrato que volvía
a serle puesto al descubierto por lo dionisíaco. ¡Y he aquí que Apolo no
podía vivir sin Dioniso! ¡Lo «titánico» y lo «bárbaro» eran, en última
instancia, una necesidad exactamente igual que lo apolíneo! Y ahora
imaginémonos cómo en ese mundo construido sobre la apariencia y la
moderación y artificialmente refrenado irrumpió el extático sonido de la
fiesta dionísiaca, con melodías mágicas cada vez más seductoras, cómo en
esas melodías la desmesura entera de la naturaleza se
daba a conocer en placer, dolor y conocimiento, hasta llegar al grito
estridente: ¡imaginémonos qué podía significar, comparado con este
demónico canto popular, el salmodiante artista de Apolo, con el sonido
espectral del arpa! Las musas de las artes de la «apariencia» palidecieron
ante un arte que en su embriaguez decía la verdad, la sabiduría de Sileno
gritó ¡Ay! ¡Ay! a los joviales olímpicos. El individuo, con todos sus
límites y medidas, se sumergió aquí en el olvido de sí, propio de los
estados dionisíacos, y olvidó los preceptos apolíneos. La desmesura
se desveló como verdad, la contradicción, la delicia nacida de los
dolores hablaron acerca de sí desde el corazón de la naturaleza. Y de este
modo, en todos los lugares donde penetró lo dionisíaco quedó abolido y
aniquilado lo apolíneo. Pero es igualmente cierto que allí donde el primer
asalto fue contenido, el porte y la majestad del dios délfico se
manifestaron más rígidos y amenazadores que nunca. Yo no soy capaz de
explicarme, en efecto, el Estado dórico y el
arte dórico más que como un continuo campo de batalla de lo apolíneo: sólo
oponiéndose de manera incesante a la esencia titánico-bárbara de lo
dionisíaco pudieron durar largo tiempo un arte tan obstinado y bronco,
circundado de baluartes, una educación tan belicosa y ruda, un sistema
político tan cruel y desconsiderado.
IV. II Conocéte a ti mismo
Esta divinización de la individuación, cuando es pensada como imperativa y
prescriptiva, conoce una sola ley, el individuo, es
decir, el mantenimiento de los límites del individuo, la mesura
en sentido helénico. Apolo, en cuanto divinidad ética, exige mesura de
los suyos, y, para poder mantenerla, conocimiento de sí mismo. Y así, la
exigencia del «conócete a ti mismo» y de «¡no demasiado!» marcha paralela
a la necesidad estética de la belleza, mientras que la autopresunción y la
desmesura fueron reputadas como los demones propiamente hostiles,
peculiares de la esfera no-apolínea, y por ello como cualidades propias de
la época pre-apolínea, la edad de los titanes, y del mundo extra-apolíneo,
es decir, el mundo de los bárbaros. Por causa de su amor titánico a los
hombres tuvo Prometeo que ser desgarrado por los buitres, en razón de su
sabiduría desmesurada, que adivinó el enigma de la Esfinge, tuvo Edipo que
precipitarse en un desconcertante torbellino de atrocidades; así es como
el dios délfico interpretaba el pasado griego.
IV. Volver al principio de individuación
Acerca de este artista ingenuo proporciónanos alguna enseñanza la analogía
con el sueño. Si nos imaginamos cómo el soñador, en plena ilusión del
mundo onírico, y sin perturbarla, se dice a sí mismo: «es un sueño, quiero
seguir soñándolo», si de esto hemos de inferir que la visión onírica
produce un placer profundo e íntimo, si, por otro lado, para poder tener,
cuando soñamos, ese placer íntimo en la visión, es necesario que hayamos
olvidado del todo el día y su horroroso apremio: entonces nos es lícito
interpretar todos estos fenómenos, bajo la guía de Apolo, intérprete de
sueños, más o menos como sigue. Si bien es muy cierto que de las dos
mitades de la vida, la mitad de la vigilia y la mitad del sueño, la
primera nos parece mucho más privilegiada, importante, digna, merecedora
de vivirse, más aún, la única vivida: yo afirmaría, sin embargo, aunque
esto tenga toda la apariencia de una paradoja, que el sueño valora de
manera cabalmente opuesta aquel fondo misterioso de nuestro ser del cual
nosotros somos la apariencia. En efecto, cuanto más advierto en la
naturaleza aquellos instintos artísticos omnipotentes, y, en ellos, un
ferviente anhelo de apariencia, de lograr una redención mediante la
apariencia, tanto más empujado me siento a la conjetura metafísica de que
lo verdaderamente existente, lo Uno primordial, necesita a la vez, en
cuanto es lo eternamente sufriente y contradictorio, para su permanente
redención, la visión extasiante, la apariencia placentera: nosotros, que
estamos completamente presos en esa apariencia y que consistimos en ella,
nos vemos obligados a sentirla como lo verdaderamente no existente, es
decir, como un continuo devenir en el tiempo, el espacio y la causalidad,
dicho con otras palabras, como la realidad empírica. Por tanto, si
prescindimos por un instante de nuestra propia «realidad», si concebimos
nuestra existencia empírica, y también la del mundo en general, como una
representación de lo Uno primordial engendrada en cada momento, entonces
tendremos que considerar ahora el sueño como la apariencia de la
apariencia y, por consiguiente, como una
satisfacción aún más alta del ansia primordial de apariencia. Por este
mismo motivo es por lo que el núcleo más íntimo de la naturaleza siente
ese placer indescriptible por el artista ingenuo y por la obra de arte
ingenua, la cual es asimismo sólo «apariencia de la apariencia».
Rafael, que es uno de esos «ingenuos» inmortales, nos ha
representado en una pintura simbólica ese quedar la apariencia
despotenciada a apariencia, que es el proceso primordial del artista
ingenuo y a la vez de la cultura apolínea. En su Transfiguración
la mitad inferior, con el muchacho poseso, sus desesperados
portadores, los perplejos y angustiados discípulos, nos muestra el reflejo
del eterno dolor primordial, fundamento único del mundo: la «apariencia»
es aquí reflejo de la contradicción eterna, madre de las cosas. De esa
apariencia se eleva ahora, cual un perfume de ambrosía, un nuevo mundo
aparencial, casi visionario, del cual nada ven los que se hallan presos en
la primera apariencia - un luminoso flotar en una delicia purísima y en
una intuición sin dolor que irradia desde unos ojos muy abiertos. Ante
nuestras miradas tenemos aquí, en un simbolismo artístico supremo, tanto
aquel mundo apolíneo de la belleza como su substrato, la horrorosa
sabiduría de Sileno, y comprendemos por intuición su necesidad recíproca.
Pero Apolo nos sale de nuevo al encuentro como la divinización del
principium individuationis, sólo en el cual se hace
realidad la meta eternamente alcanzada de lo Uno primordial, su redención
mediante la apariencia: él nos muestra con gestos sublimes cómo es
necesario el mundo entero del tormento, para que ese mundo empuje al
individuo a engendrar la visión redentora, y cómo luego el individuo,
inmerso en la contemplación de ésta, se halla sentado tranquilamente, en
medio del mar, en su barca oscilante.
III. IV La voluntad y el mundo del arte
Aquí hay que manifestar que esta armonía, más aún, unidad del ser humano
con la naturaleza, contemplada con tanta nostalgia por los hombres
modernos, para designar la cual Schiller puso en circulación el término
técnico “ingenuo”, no es de ninguna manera un estado tan sencillo,
evidente de suyo, inevitable, por así decirlo, con el que tuviéramos
que tropezarnos en la puerta de toda cultura, cual se fuera
un paraíso de la humanidad: esto sólo pudo creerlo una época que intentó
imaginar que el Emilio de Rousseau era también un artista, y que se hacía
la ilusión de haber encontrado en Homero ese Emilio artista, educado junto
al corazón de la naturaleza. Allí donde tropezamos en el arte con lo
“ingenuo”, hemos de reconocer el efecto supremo de la cultura apolínea: la
cual siempre ha de derrocar primero un reino de Titanes y matar monstruos,
y haber obtenido la victoria, por medio de enérgicas ficciones engañosas y
de ilusiones placenteras, sobre la horrorosa profundidad de su
consideración del mundo y sobre una capacidad de sufrimiento sumamente
excitable. ¡Más qué raras veces se alcanza lo ingenuo, ese completo quedar
enredado en la belleza de la apariencia! Que indeciblemente sublime es por
ello Homero, que en cuanto individuo mantiene con aquella cultura apolínea
popular una relación semejante a la que mantiene el artista onírico
individual con la aptitud onírica del pueblo y de la naturaleza en
general. La “ingenuidad” homérica ha de ser concebida como victoria
completa de la ilusión apolínea: es ésta una ilusión semejante a la que la
naturaleza emplea con tanta frecuencia para conseguir sus propósitos. La
verdadera meta queda tapada por una imagen ilusoria: hacia ésta alargamos
nosotros las manos, y mediante nuestro engaño la naturaleza alcanza
aquélla. En los griegos la “voluntad” quiso contemplarse a si misma en la
trasfiguración del genio y del mundo del arte: para glorificarse ella a sí
misma, sus criaturas tenían que sentirse dignas de ser glorificadas,
tenían que volver a verse en una esfera superior, sin que ese mundo
perfecto de la intuición actuase, como un imperativo o como un reproche.
Esta es la esfera de la belleza, en la que los griegos veían sus imágenes
reflejadas como en un espejo, los Olímpicos. Sirviéndose de este espejismo
de belleza luchó la “voluntad” helénica contra el talento para el
sufrimiento y para la sabiduría del sufrimiento, que es un talento
correlativo del artístico: y como memorial de su victoria se yergue ante
nosotros Homero, el artista ingenuo.
III. IIIEl arte y prometeo
¿Qué relación mantiene el mundo de los dioses olímpicos con esta sabiduría
popular? ¿Qué relación mantiene la visión extasiada del mártir torturado
con sus suplicios?
Ahora la montaña mágica del Olimpo se abre a nosotros, por así decirlo, y
nos muestra sus raíces. El griego conoció y sintió los horrores y espantos
de la existencia: para poder vivir tuvo que colocar delante de ellos la
resplandeciente criatura onírica de los Olímpicos. Aquella enorme
desconfianza frente a los poderes titánicos de la naturaleza, aquella
Moira que reinaba despiadada sobre todos los conocimientos,
aquel buitre del gran amigo de los hombres, Prometeo, aquel destino
horroroso del sabio Edipo, aquella maldición de la estirpe de los Atridas
que compele a Orestes a asesinar a su madre, en suma, toda aquella
filosofía del dios de los bosques, junto con sus ejemplificaciones
míticas, por la que perecieron los melancólicos etruscos, -fue superada
constantemente, una y otra vez, por los griegos, o, en todo caso
encubierta y sustraída a la mirada, mediante aquel mundo intermedio
artístico de los Olímpicos. Para poder vivir tuvieron los griegos que
crear, por una necesidad hondísima estos dioses: esto hemos de imaginarlo
sin duda como un proceso en el que aquel instinto apolíneo de belleza fue
desarrollando en lentas transiciones, a partir de aquel originario orden
divino titánico del horror, el orden divino de la alegría: a la manera
como las rosas brotan de un arbusto espinoso. Aquel pueblo tan excitables
en sus sentimientos, tan impetuoso en sus deseos, tan excepcionalmente
dotado para el sufrimiento, ¿de qué otro modo habría podido soportar la
existencia, si en sus dioses ésta no se le hubiera mostrado circundada de
una aureola superior? El mismo instinto que da vida al arte, como un
complemento y una consumación de la existencia destinados a inducir a
seguir viviendo, fue el que hizo surgir también el mundo olímpico, en el
cual la “voluntad” helénica se puso delante un espejo tranfigurador.
Viviéndola ellos mismo es como los dioses justifican la vida humana
-¡única teodicea satisfactoria! La existencia bajo el luminoso resplandor
solar el autentico dolor de los hombres homéricos se refiere
a la separación de esta existencia, sobre todo a la separación pronta: de
modo que ahora podría decirse de ellos, invirtiendo la sabiduría silénica,
“lo peor de todo es para ellos el morir pronto, y lo peor en segundo lugar
el llegar a morir, alguna vez”. Siempre que resuena el lamento, éste habla
del Aquiles “de corta vida”, del cambio y paso del genero humano cual
hojas de árboles, del ocaso de la época heroica. No es indigno del más
grande de los héroes el anhelar seguir viviendo, aunque sea como
jornalero. En el estadio apolíneo la “voluntad” desea con tanto ímpetu
esta existencia, el hombre homérico se siente tan identificado con ella,
que incluso el lamento se convierte en un canto de alabanza de la misma.
III. IILo divino lo humano
Quien se acerca a estos Olímpicos llevando en su corazón una religión
distinta y busque en ellos altura ética, más aún, santidad,
espiritualización incorpórea, misericordiosas miradas de amor, pronto
tendrá que volverles las espaldas, disgustado y decepcionado. Aquí nada
recuerda la ascética, la espiritualidad y el deber: aquí nos habla tan
sólo una existencia exuberante, más aún, triunfal, en la que está
divinizado, todo lo existente, lo mismo si es bueno que si es malo. Y así
el espectador quedará sin duda atónito antes este fantástico
desbordamiento de vida y se preguntará qué bebedizo mágico tenían en su
cuerpo esos hombres altaneros para gozar de la vida de tal modo que a
cualquier lugar a que mirasen tropezaban con la risa de Helena, imagen
ideal de su existencia, “flotante en una dulce sensualidad”. Pero a este
espectador vuelto ya de espaldas tenemos que gritarle: no te vayas de
aquí, sino oye primero lo que la sabiduría popular griega dice de esa
misma vida que aquí se despliega ante ti con una jovialidad tan
inexplicable. Una vieja leyenda cuenta que durante mucho tiempo el rey
Midas había intentado cazar en el bosque al sabio Sileno,
acompañante de Dioniso, sin poder atraparlo. Cuando por fin cayó en sus
manos, el rey pregunta qué es lo mejor y más preferible para el hombre.
Rígido e inmóvil calla el demón; hasta que forzado por el rey, acaba
prorrumpiendo en estas palabras, en medio de una risa estridente: “Estirpe
miserable de un día, hijos del azar y de la fatiga, ¡por qué me fuerzas a
decirte lo que para ti sería muy ventajoso no oír? Lo mejor de todo es
totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser,
ser nada. Y lo mejor en segundo lugar es para ti -morir
pronto.”
III. I. El surigimiento de los seres olímpicos
Para
comprender esto tenemos que desmontar piedra a piedra, por así decirlo,
aquel primoroso edificio de la cultura apolínea, hasta ver
los fundamentos sobre los que se asienta. Aquí descubrimos en primer lugar
las magníficas figuras de los dioses olímpicos, que se
yerguen en los frontones de ese edificio y cuyas hazañas, representadas en
relieves de extraordinaria luminosidad, decoran sus frisos. El que entre
ellos está también Apolo como una divinidad particular junto a otras y sin
la pretensión de ocupar el primer puesto es algo que no debe inducirnos a
error. Todo ese mundo olímpico ha nacido del mismo instinto que tenía su
figura sensible en Apolo, y en este sentido nos es lícito considerar a
Apolo como padre del mismo. ¿Cuál fue la enorme necesidad de que surgió un
grupo tan resplandeciente de seres olímpicos?
Clase del 06 de septiembre
Cintya 3 Andrès 4
Estefanía 3 Stephanny 4
Yamith 3 Julliana 4
Sirley 3 Osmer 4
Camila 3 Melissa 4
Kelly 3 Cristian 4
Juan Fer 3 Lina 4
Rebuén D 3 Daniea 4
Elizabeth A, 4
martes, 2 de septiembre de 2014
Para la clase del jueves 4 de septimebre
Los estudiantes se dividen el estudio del tercero y cuarto capítulo, y expondrán en la clase del jueves 4 de septiembre sus ideas y aportes. Retomar el trabajo de los artistas para ampliar una idea, para hacer mas énfasis en la exposición de un concepto permite un acercamiento interesante al texto.
Cintya 3 Andrès 4
Estefanía 3 Stephanny 4
Yamith 3 Julliana 4
Sirley 3 Osmer 4
Camila 3 Melissa 4
Kelly 3 Cristian 4
Juan Fer 3 Lina 4
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